Durante nuestra infancia es probable que nos hayamos enfrentado al arte de pintar. Papel, pinceles y temperas que ante nuestros ojos parecían totalmente desconocidos hasta que un adulto nos muestra que podemos derramar esos colores en el papel usando un pincel. Una vez hecho ese magnum descubrimiento comenzamos a hacer cosas que no resultan distinguibles ante los ojos de otras personas, pero para nosotros si lo son. El punto es que no importa si se puede discernir que se pintó o no, sino el hecho de que por ese medio expresábamos algo.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos de América surgió un movimiento llamado expresionismo abstracto en el nuevo centro mundial del arte: Nueva York. El mismo permitió expresar estados de ánimo de los artistas a la vez que no representaba nada de la naturaleza ni de la realidad. Dicho movimiento disfrutó de una gran aceptación puesto que se distanció de la realidad social para explorar un nuevo mundo. Por consiguiente, fue favorecido políticamente para opacar los problemas sociales de la nación en cuestión. Clement Greenberg se convirtió en el teórico del expresionismo abstracto y argumentó que la pintura se distingue por una superficie plana con colores.
Dentro del expresionismo abstracto surgieron unas vertientes que representaron un nuevo acercamiento en el mundo artístico. La pintura de acción se orientó a expresar sensaciones de movimiento, velocidad y energía a través del color y la materia. Por otro lado, la pintura gestual es la que el artista se introduce en la obra y el pincel se convierte en parte del mismo. El dripping o chorreado se refiere a una pintura que se diluye para que sea menos espesa y pueda correrse, por tanto, se deja gotear sobre el lienzo o se salpica con las manos, pinceles u otro instrumento.
No obstante, se presentaron vertientes de la abstracción como la geométrica caracterizada por el uso de formas geométricas combinadas en el lienzo. La abstracción lírica permitió la expresión de la emoción pictórica del artista, mientras que la post-pictórica se distinguió por aplicar color de manera uniforme sin requerir intención de llevar algún mensaje. En ella la pintura justifica su propia existencia.
Entre los artistas que trabajaron bajo este movimiento se encuentra el mayor exponente: Jackson Pollock. Pollock pretendió profundizar por medio de la pintura en el inconsciente humano, además utilizo la técnica del chorreado. El elemento azaroso es parte de sus obras que se destaca por esa expresión de delirio reforzado con capas de color que provocan una sensación de profundidad. Algunas de sus obras son: Number one, Mural entre otras. Otros artistas se dedicaron a trabajar los campos de colores o color field. Los campos de colores refieren a áreas de color liso y sólido en un lienzo para crear uniformidad, a través de ellos el color se posiciona como sujeto. Mark Rothko en su obra Naranja, rojo y amarillo muestra muy bien los campos de colores. Lo mismo sucede con Robert Motherwell quién trabaja con manchas de color negro sobre fondo blanco tal como lo hace en Elegía a la tercera república. Otros que trabajaron el color field son: Bartner Newman en Vir heroicus sublimis, Kenneth Noland en Vía blue, Hellen Frankenthaler en Movable blue (empleó la técnica de teñido de tela con acuarela), Jules Olitsky en Green goes around, Franz Stella con Nunca para nada (une lo escultórico con lo pictórico en formatos de fondos negros con línas blancas) entre otros.
Por otra parte, Lucio Fontana se destacó por ser un artista que rasgaba la tela del lienzo con una navaja. Su obra Concepto espacial es muestra de ello. Por su parte, Ives Klein es reconocido por hacer esculturas de escayola (yeso) y por establecer el azul Klein o el International Klein Blue (IKB) empleado en su obra Blue Venus. Finalmente, con el expresionismo abstracto se establece una nueva marca en la vida del arte permitiendo explorar un mundo de posibilidades que rebasan los lienzos.
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